Hoy en día estamos expuestos a tanta información y a tantos estímulos externos, que es muy fácil confundir el hambre emocional con la física. En este artículo voy a explicarte qué es el hambre fisiológica y emocional, y te ayudaré a aprender a diferenciarlas.
¿Qué es el hambre fisiológica?
Entendemos por hambre fisiológica ese estado en el que sentimos la necesidad de consumir alimentos que percibimos de manera natural en el estómago. Ese estado de equilibrio entre el hambre y la saciedad, está controlado por el sistema nervioso central ante la llegada física del alimento al estómago.
El hambre fisiológica, al tratarse de un mecanismo biológico, se encuentra muy influenciado por diferentes parámetros biológicos: ciclos circadianos, temperatura corporal, peso actual, porcentaje de tejido adiposo, de masa muscular, nivel de estrés, horas de sueño, déficits nutricionales, ciclos menstruales o nuestro estado de salud.
Por eso mismo cuando alguno de estos parámetros se ve alterado, puede influir en nuestra sensación de hambre.
Características del hambre real:
1. Aparece de manera gradual.
2. Se siente en el estómago.
3. Aparece tras al menos 2 o 3 horas después de tu última ingesta (a menos que te hayas quedado con hambre en la última comida).
4. No tienes apetencia por ningún alimento en particular.
5. Se autorregula, es decir, dejas de comer cuando estás satisfecho.
6. Puede esperar, aunque no comas inmediatamente puedes esperar un poco.
7. No genera sentimientos desagradables como culpabilidad.
¿Qué es el hambre emocional?
Además de todo el entramado biológico, también se encuentra la esfera cognitivo-emocional. Todas las emociones, felices o tristes, también influyen en lo que comemos, en la cantidad, en el lugar dónde nos gusta comer, o en el tiempo que invertimos en ello. Es aquí, donde podemos hablar de “hambre emocional”.
En cierto modo, recurrir a cierto alimento, asociado a cierto momento feliz, es una manera de culminar el deseo de volver a sentir esa sensación. Un ejemplo puede ser el vaso de leche caliente que a veces nos apetece especialmente, nos evoca a ese momento dulce en que nuestra madre, padre o cuidador nos alimentaba y cuidaba, sintiéndonos queridos y protegidos. Puede estar relacionado con esa necesidad emocional.
Además, también hemos de incluir un factor importantísimo: el entorno socio-cultural. Queramos o no, cada día realizamos diferentes asociaciones (ej: cumpleaños= tarta).
Entendiendo que no podemos desligar la comida de nuestros recuerdos y vivencias, hemos de entender que el hambre emocional estará presente, en cierta medida, en nuestro día a día, por lo que te ayudará poder identificar cuándo es real o emocional.
Cuando el hambre es emocional, tiene su origen en una emoción más que en una necesidad vital, y cuando se produce de manera muy frecuente se debería ir al origen de esa necesidad para poder solucionarlo, ya que surge de un problema emocional, que puede ser originado por causas como estrés o un problema familiar, entre otras.
Características del hambre emocional:
1.Aparece de repente.
2. No se siente en el estómago, si no entre la garganta y el pecho.
3. Te apetece un alimentos determinado.
4. No se autorregula, es decir, puedes seguir comiendo aunque te sientas satisfecho.
5. Es urgente, sientes que tienes que comer ese alimento ya.
6. Genera sentimientos desagradable como culpabilidad o vergüenza.
¿Hay que escuchar el hambre emocional?
El foco tendría que ir más bien en que ambas, el hambre real y el hambre emocional, se encuentren en un balance adecuado, es decir, que la mayoría de tus decisiones alimentarias (qué compras, cómo lo cocinas, qué cantidad ingieres,…) respondan a “hambre fisiológica”, y que aprendas a entender y gestionar adecuadamente el “hambre emocional” que va a estar, sí o sí, asociada con los alimentos.
Es decir, “luchar” contra el hambre emocional, es una batalla casi perdida, ya que siempre va a estar ahí. Tiene más sentido, aprender a:
1. Identificarla.
2. Entender su origen.
3. Aprender a disfrutar de esa sensación reconfortante y sin sentimientos de culpa.
Entonces, ¿Cuál es mejor?¿El hambre fisiológica o el hambre emocional? La realidad es que hemos de aprender a convivir con ambas, porque las dos van a estar siempre presentes, y cada una de ellas nos alerta de necesidades vitales y emocionales.
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